El informe es el primero que evalúa de forma exhaustiva el estado de conservación de las turberas, que almacenan más carbono que toda la biomasa forestal mundial junta; pide medidas urgentes para proteger este ecosistema olvidado, entre otras cosas reforzando los derechos de los pueblos indígenas a la tierra.
Encuentra el estudio, aquí.
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NEW YORK, EE.UU | FEBRERO 13, 2025
Un nuevo estudio publicado revela que las turberas -un almacén vital de carbono del que mucha gente nunca ha oído hablar- están peligrosamente infraprotegidas, lo que pone en peligro el clima mundial. Estos humedales terrestres, que sólo cubren el 3% de la superficie de la Tierra, almacenan 600.000 millones de toneladas de carbono -más que toda la biomasa forestal mundial junta- y, sin embargo, sólo el 17% de las turberas están protegidas.
Esta cifra contrasta con los niveles de protección de otros ecosistemas en peligro, como los manglares (42%), las marismas (50%) y los bosques tropicales (38%). Mientras tanto, casi una cuarta parte de las turberas del mundo están sometidas a una fuerte presión por la invasión humana, siendo la agricultura la mayor amenaza a escala mundial.
El nuevo estudio, Mismatch Between Global Importance of Peatlands and the Extent of their Protection, que aparece en la revista Conservation Letters, ofrece la primera evaluación global del estado de conservación de las turberas del mundo. Estos humedales acumulan materia orgánica parcialmente descompuesta, impidiendo la liberación de miles de millones de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera. Pero las turberas emiten ese CO2 cuando son drenadas, perturbadas, extraídas o eliminadas por completo para acceder a recursos (por ejemplo, minería o silvicultura) o para convertirlas a otros usos, como tierras de cultivo.
“Este estudio es una auténtica referencia de dónde nos encontramos en cuanto a la conservación y gestión de las turberas a nivel mundial”, afirmó el Dr. Kemen Austin, autor principal del estudio y Director Científico de Wildlife Conservation Society. “Nuestra investigación revela que estos ecosistemas vitales no tienen ni de lejos el nivel de protección que necesitan”.
Los autores señalan que la liberación del carbono almacenado en las turberas genera niveles peligrosos de gases de efecto invernadero. La falta de protección de las turberas pone en grave peligro sus reservas de carbono y el suministro mundial de agua dulce, ya que las turberas contienen el 10% del agua dulce no congelada del planeta. También son ricas en biodiversidad: contienen una deslumbrante variedad de musgos, plantas con flores, aves, caracoles, peces y mariposas.
Los países con más turberas son Canadá, Rusia, Indonesia, EE.UU., Brasil, República Democrática del Congo, China, Perú, Finlandia y República del Congo. Estos 10 países contienen el 80% de las turberas mundiales. Y los cinco primeros contienen el 70% de las turberas mundiales.
El estudio revela que al menos una cuarta parte (27%) de las turberas mundiales se encuentran en tierras de pueblos indígenas, donde han sido salvaguardadas por estas comunidades. A escala mundial, el estudio señala que al menos 1,1 millones de kilómetros cuadrados de turberas se encuentran en tierras de pueblos indígenas y que más del 85% de las turberas situadas en tierras de pueblos indígenas no están incluidas en otros tipos de áreas protegidas.
Según los autores, reforzar los derechos sobre la tierra de los pueblos indígenas puede reportar importantes beneficios a las turberas que gestionan, así como a otros ecosistemas.
“Nuestro estudio revela un hecho realmente contundente: que los pueblos indígenas ya son importantes cuidadores de las turberas”, afirma Paul Elsen, Doctor en Filosofía, autor del estudio y Director de Planificación de la Conservación de Wildlife Conservation Society. “Esto es importante porque significa que podemos mejorar la conservación de las turberas reforzando los derechos territoriales de los pueblos indígenas, una tendencia que ya estamos observando en muchos países. Así que tenemos que mantener esos esfuerzos”.
Turberas bajo presión
El estudio revela que casi una cuarta parte de las turberas están sometidas a una fuerte presión por la invasión humana. Alrededor del 15% de las turberas se han desecado para la agricultura, mientras que otro 5-10% se han degradado de alguna manera, incluida la eliminación de su vegetación autóctona. Este porcentaje es aún mayor en los trópicos, donde se calcula que más del 40% de las turberas están degradadas. En algunos casos, las turberas se drenan y se queman, emitiendo enormes cantidades de carbono a la atmósfera. Cada año se emiten entre 1.500 y 2.500 millones de toneladas de gases de efecto invernadero procedentes de turberas perturbadas y dañadas en todo el mundo.
El estudio también muestra que casi la mitad de las turberas templadas y tropicales que se encuentran dentro de zonas protegidas siguen sometidas a una presión media o alta por la invasión humana. Los autores concluyen que “la conservación y gestión sostenible de casi todas las turberas no degradadas que quedan, y la recuperación de casi todas las turberas degradadas, es esencial para limitar el calentamiento global a 1,5 °C”.
Aunque muchas comunidades locales saben desde hace mucho tiempo que las turberas -también llamadas ciénagas, pantanos, lodazales y muskeg- son una importante fuente de agua dulce y el hogar de diversas especies vegetales y animales, es posible que no se las haya protegido porque son remotas, de difícil acceso, no siempre fáciles de reconvertir a la agricultura, la minería u otras industrias, y se las ha considerado tierras baldías improductivas.
“Las negociaciones multilaterales sobre el cambio climático auspiciadas por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático ofrecen una importante oportunidad para elevar las acciones de conservación de las turberas a la categoría de prioridad climática”, afirmó Austin. “Pero basándonos en las contribuciones determinadas a nivel nacional que los países han presentado hasta la fecha, la continua alteración y daño de las turberas mundiales está recibiendo muy poca atención como fuente significativa y evitable de emisiones de GEI”.
Salvo algunas excepciones -como Indonesia y el Reino Unido-, la mayoría de los países no cuentan con estrategias integrales para las turberas que respalden sus planes climáticos nacionales.
Y aunque algunos países destacan la importancia de las turberas en sus planes climáticos, aún pueden tener dificultades para traducir estos objetivos sobre las turberas en políticas coordinadas y acciones de conservación.
“Las turberas ofrecen una gran oportunidad para ayudar a resolver la crisis climática”, afirmó Austin. “Si actuamos ahora para conservar las turberas, podremos cosechar enormes beneficios a un coste relativamente bajo”.
Revisa un Story Map sobre este estudio, aquí.
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Contactos de prensa:
Mary Dixon, mdixon@wcs.org, +1 (347) 840-1242
Para revisar la nota original en inglés, sigue el enlace.
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