El Universo
El jaguar (Panthera onca) es el depredador máximo de las cadenas tróficas de los ecosistemas donde está distribuido y el carnívoro terrestre más grande en Ecuador, aunque –sin evidencia genética que lo respalde– se cree que aquí habitan dos subespecies: la Panthera onca centralis y la Panthera onca onca, diseminadas a ambos lados de los Andes.
La primera está en la Costa, con una categoría de conservación de peligro crítico, y la segunda en la Amazonía, donde está categorizada como en peligro. En la Costa, según Galo Zapata-Ríos, director científico de Wildlife Conservation Society (WCS) en Ecuador, la especie está críticamente amenazada por la deforestación, lo que se traduce en la pérdida de hábitat y reducción de los niveles de conectividad.
La disminución de sus presas por la demanda de carne silvestre (cacería de subsistencia y comercial) y la cacería directa debido al valor comercial de su piel son otras de las amenazas que enfrenta el jaguar. Esta última, pese a que el Código Integral Penal (COIP) sanciona con una pena de hasta tres años a quien atente contra la flora y fauna silvestre, es decir, contra especies amenazadas, en peligro de extinción y migratorias, listadas a nivel nacional, así como por tratados internacionales ratificados por el Estado, entre estos, la Convención de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (Cites).
Este marco legal permitió que, tras un proceso de tres años, el 23 de junio de 2014 por primera vez un ciudadano fuera sentenciado a seis meses de prisión por asesinar a un jaguar en la Amazonía, luego de que el Ministerio del Ambiente (MAE) apelara la sentencia inicial de diez días. Y aunque ese sanción marcó un precedente a nivel país, Gabriela Montoya, técnica del MAE, señala que ese mismo año se registró otro caso en Sucumbíos, que continúa en indagación previa.
Para mantener y restaurar las poblaciones viables de la especie, la WCS elaboró el Plan de Acción para la Conservación del Jaguar en el Ecuador, con la participación del MAE, ONG, representantes de universidades y comunidades indígenas.
El Plan presentado a fines de 2014 está a la espera de convertirse en la estrategia oficial de conservación de la especie, un objetivo para el que se establecieron cinco líneas de acción: investigación, hábitat y conectividad, manejo de fauna silvestre, manejo ex situ y educación ambiental y comunicación.
Sobre los resultados hasta ahora alcanzados, Montoya dice que se está validando una herramienta técnica “que contribuirá a identificar los avances”, así como el presupuesto para implementar varias de las acciones contempladas en el Plan. Además, que se están haciendo estudios de diagnóstico socioambiental y de hábitat para contribuir a mejorarlo.
Por la alta vulnerabilidad de la población costera del jaguar, esta fue sujeto de análisis en un taller de priorización de acciones de conservación que el año pasado convocó el Municipio de Guayaquil y que se realizó en el Bosque Protector Cerro Blanco, uno de los ecosistemas donde se cree que aún hay ejemplares de la especie.
Eric Horstman, director ejecutivo de la Fundación Pro-Bosque, comenta que en ese ecosistema los registros solo han revelado la presencia de entre uno y hasta tres individuos, pero porque el monitoreo con cámaras trampa que se ha hecho se ha limitado a dos caminos de acceso interno a ese bosque seco. Esto, a falta de recursos. “Sería muy interesante si conseguimos 25 o más cámaras trampa y que las pongamos en algunas áreas más adelante en la cordillera Chongón-Colonche”, opina Horstman, aunque lamenta que uno de los problemas que enfrentan es el sabotaje. “Los cazadores o quien sea se percata de las cámaras y las daña”, asegura.
Zapata-Ríos también cree necesario y prioritario hacer estudios de abundancia de jaguares no solo en Cerro Blanco, sino a lo largo de la Chongón-Colonche, “porque hay conectividad entre Cerro Blanco y todos los bosques secos que llegan hasta Jipijapa (Manabí)”. “Todo está conectado, entonces, la probabilidad de que haya una población pequeña de jaguares todavía está ahí...”.
Según el análisis de disponibilidad de hábitat que consta en el Plan, en la Amazonía habría el 70% disponible y en la Costa, el 20%. Las zonas más amenazadas no han sido identificadas. “Sabemos que hay presencia de jaguar en remanentes de bosque o áreas de amortiguamiento, me refiero a las circundantes a las áreas protegidas de la Costa”, dice Montoya.
Tampoco se sabe cuántos jaguares hay en total. “El único sitio en la Costa donde estamos 100% seguros de que todavía queda una población es en Esmeraldas, en la parte baja de (la Reserva) Cotacachi-Cayapas, entre 30 y 50 individuos”, apunta Zapata-Ríos. (I)
[Read More...]